Salió así. Una foto espontánea. Como la vida. Como ese tren que parte de la estación para no volver, como ese sol cuyo brillo en algún momento se apagará. No importa. Lo que cuenta es disfrutar del lugar donde hiciste tu vida. MATHEU. Quién no ha estado, siendo chico, jugueteando por esos andenes, quién no ha corrido esa carrera en la bici hasta quedar sin aliento en una calle polvorienta; quién no ha caminado de la mano bajo este cielo azul inundado del perfume de los paraísos, prometiendo amor eterno; quién no se ha tirado a reírse a carcajadas en el verde césped de algún parquecito a mirar las nubes, mientras los viejos tomaban mate; quién no se ha empapado esos días de lluvia en los que el paraguas quedó en casa y nos sorprendió el aguacero. MATHEU. Un pueblo en el que muchos de los que leen estas líneas jugaron, crecieron y se educaron, hoy ya con hijos y nietos, con ese toque mágico pueblerino que sólo un lugar así puede dar. Con esa nostalgia de saber que ya muchos amigos y familiares pasaron, que ya no están, pero mantenemos en nuestro recuerdo, a cada paso, a cada instante, tratando de ser felices con lo poco o mucho que tenemos. Hay que cuidar a MATHEU. Porque andar por estas cuadras donde el saludo o la charla inesperada del vecino conocido de hace años está a la vuelta de la esquina. Porque el barrio de toda la vida sigue siendo un lugar de pertenencia, con esa gente en la que sabés que podés confiar. No hace falta que sea tu aniversario, ni un día especial. Yo te saludo MATHEU, añorando los años que se fueron, disfrutando el presente, confiando en el futuro. Dios bendiga a toda tu pueblo, para toda la vida.-
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